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África, otro continente


Bárbara Salvatierra

He leído historias sobre lo que es hacer de voluntario en África. Sin duda, son grandes historias que hacen un contraste dentro de lo positivo y negativo de aquel mundo sumergido en los sueños salvajes de una cultura gigante. Positivamente, aquellas personas impulsadas por la necesidad de ayudar, terminan por conocer lo que es vivir en pobreza y lo que es dejar de necesitar en el fondo lo que más tiene jodido al mundo: el dinero. Aprenden el valor de vivir como si cada día fuese el último y el valor de respetar a quienes tienen enfrente, sus creencias, sus culturas, sus ideales. He leído situaciones duras de muchos que sin pensarlo cambian su vida en un giro de 360 grados, por el hecho de presenciar lo inimaginable en tiempos lejanos.  Negativamente, es claro que la impotencia es uno de los tantos obstáculos para sobrevivir 3 o 6 meses en aquellos sitios  abandonados por países hermanos, por el mundo entero.  La impotencia por no saber qué hacer cuando aparecen niños desnutridos, muertos en vida por la falta de comida y agua, niños que mueren por las enfermedades e inclusive niños, que aun con edades pequeñas, mueren de tristeza.
¿Es posible la mediocridad de muchos a tal grado de abandono? Es difícil demostrar en el mundo a los más "poderosos" que todos, absolutamente todos los seres humanos somos iguales, que todos necesitamos dar y recibir lo poco o lo mucho que tenemos. África es un tema que abarca muchas cosas buenas y malas como mencioné al principio. Sin embargo podría decir que es sólo eso, un "tema" con el que muchos se sensibilizan al leer, pero que luego después de varios minutos lo olvidan y ya. Casi nadie adopta esa sensibilidad para dar grandes pasos y cambiar, no el mundo entero, pero si el de muchas personas que en muchas de esas tierras baldías suelen caminar descalzas.  Todo avanza constantemente, incluyendo el egocentrismo. Hoy en día la mayoría de las personas actúan a conveniencia propia, no importa a quiénes afectan las tantas decisiones que toman para lograr lo que necesitan, no importa si pasan por encima de los demás, simplemente siguen actuando a su favor. Estamos en tiempos en los que se necesitan cosas reales, más que oraciones y buenos deseos, se necesitan las ganas reales de querer dar vida a los sueños de aquellos que se rinden desde temprano. Estas cosas suceden con los niños, hombres y mujeres de África.  Personas que desde hace años, viven con el alma expuesta a lo más mínimo de cada día, sobre todo al terror de que en cualquier momento falte lo que más nos afecta a todos: la comida y el agua. Personas que esperan la muerte como el “mejor” destino para terminar con las tantas pesadillas y angustias que los rodean. Estoy segura de que, en cualquier parte de esa tierra cálida existen las cosas buenas, pero no es una excusa para no mostrar lo que está sucediendo con el corazón de África.
 Espero que el mundo despierte un día y reflexione acerca de todo aquello que nos tiene que importar. Que las esperanzas no sean palabras vacías y que las oraciones, aquellas que muchas personas suelen hacer, se conviertan en hechos y no en cuentos de hadas.  

“Y aunque África no pueda llorar o reír más, yo lloraré y reiré por ella, tierra de mis anhelos”

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